Como podéis imaginar, oigo esta pregunta mucho durante el proceso de asesoramiento, sobre todo de los padres – “que salidas tiene?” La respuesta normal mía es que en la mayoría de otros países, la gente no se fija tanto en la idea de que este grado = este trabajo, y en este artículo intento explicar porqué.
Para empezar, debo decir que está claro que ciertos grados tienen salidas más claras, como Medicina o Derecho por ejemplo, pero hay una gama amplia de grados que no. Luego, no es de extrañar que uno de los motivos muy importantes para ir a la universidad (y para nosotros, los padres, invertir en los estudios de nuestros hijos) es conseguir un buen trabajo.
Lo interesante aquí es que, según un estudio de la Universidad de Surrey, el énfasis en que el objetivo de la educación universitaria es la preparación para el mercado laboral es mayor en países en los que los estudiantes tienen que hacer mayores aportaciones económicas. De los 6 países del estudio, España era uno de ellos. De los 295 estudiantes de seis países europeos – Dinamarca, Inglaterra, Alemania, Irlanda, Polonia y España – algunos hicieron hincapié en cómo «crecían» gracias a los conocimientos que adquirían; cómo la enseñanza superior podría mejorar la sociedad; la importancia de tener que interactuar con un grupo de personas más diverso y tener que ser más independientes. Curiosamente, los españoles no mencionan estos temas tanto como los estudiantes de otros países.
¿Qué podemos aprender de eso? Primero, como consultora, tengo que reconocer que las familias españolas que mandan sus hijos fuera están haciendo un gran esfuerzo económico, con lo cual, la pregunta sobre posibles salidas es válida. Pero quizás los padres deberían considerar que en un mundo tan complejo y cambiante, en el que no sabemos qué trabajos habrá en el futuro, hay que ser un poco más flexible a la hora de pensar en el tipo de preparación que un grado, una universidad o un país puede aportar a un estudiante.
Las aptitudes profesionales y/o académicas prácticas que se adquieren durante los estudios pueden aprovecharse en muchos empleos. Son las denominadas competencias laborales (work skills), habilidades transferibles (transferable/soft skills) o competencias del siglo XXI (21st century competencies).
- Pensamiento crítico / capacidad para resolver problemas
- Capacidad de comunicación (escrita/oral/presentación)
- Colaboración
- Habilidades sociales e interculturales
- Liderazgo
- Actitud profesional / ética del trabajo
- Competencias digitales
- Capacidad empática
- Adaptabilidad / resiliencia
- Conciencia cultural
Estas competencias son al menos tan relevantes para los empresarios como las competencias técnicas o específicas de un puesto de trabajo. Entonces, cuantas más de estas competencias posea, más posibilidades de empleo tendrá un estudiante y, por tanto, más interesante resultará para los empresarios. En un sistema universitario como España, donde suele haber un enfoque en adquirir conocimientos de asignaturas específicas, muchas de las cuales podrían estar fácilmente desfasadas para cuando el estudiante se gradúe, hay muy pocas oportunidades para adquirir habilidades y competencias de este tipo.
Este punto de vista está muy bien manifestado en el siguiente artículo, escrito por Carl Gombrich, decano de la London Interdisciplinary School en el Reino Unido, donde destaca que “las soluciones a los problemas más complejos e interconectados del mundo no vendrán de una sola especialidad o materia. Necesitamos reunir a expertos y conocimientos de todas las artes, ciencias y humanidades”. El artículo estaba publicado en la revista University World News y he recibido permiso de publicarlo en español.
Comienzo del artículo
El vínculo entre el estudio y la vida está roto. Podemos hacerlo mejor
Investigaciones realizadas en el Reino Unido muestran que los empleadores están menos preocupados de lo que el público podría pensar sobre el tema que estudian los estudiantes y que los graduados a menudo no terminan en un campo relacionado con su título.
Una encuesta realizada en 2019 por el Institute of Student Employers reveló que al 86% de las organizaciones que contratan graduados «no les importa» qué titulación han estudiado sus nuevos empleados. Esta cifra aumentó desde alrededor del 77% en 2016 y, según un estudio anterior de la Open University, es parte de una tendencia a largo plazo que mostró una cifra del 63% para un tema similar desde mediados de la década de 2000.
Por otra parte, una investigación realizada por el New College for the Humanities muestra que «solo la mitad de los graduados británicos trabaja en un campo relacionado con su titulación tras dejar la universidad». Además, el 96% afirma haber cambiado de profesión al llegar a los 24 años».
Así pues, ya tenemos los datos: la mitad de los estudiantes no consiguen su primer empleo en las áreas que estudiaron, y un asombroso 96% ha cambiado de carrera sólo un par de años después de graduarse. Mientras tanto, a casi todos los empresarios «les da igual» la titulación que hayan estudiado sus nuevos empleados.
Al menos en el Reino Unido, el vínculo entre el contenido de un grado y una carrera profesional típica se ha roto.
Y, sin embargo, los mitos y los malos consejos a los estudiantes por parte de escuelas, profesores, padres, etc., continúan como si no existiera ninguno de estos datos de los últimos 10 o 20 años.
«Asegúrate de que estudias Económicas si quieres trabajar en el sector financiero»; «es poco probable que te tomen en serio en la selección de licenciados a menos que tengas una titulación más reconocida»; «no te aconsejamos que estudies artes liberales o una titulación más interdisciplinar porque después será más difícil conseguir trabajo».
Nada de esto es cierto y, sin embargo, se repite innumerables veces a los estudiantes. Tenemos que hacerlo mejor.
Este último (mal) consejo me toca muy de cerca. Me gustaría que fuéramos más sinceros con nuestros estudiantes, que nos informáramos mejor con los datos y que nos atuviéramos menos a formas anticuadas de concebir las titulaciones universitarias: su finalidad, su estructura, las razones de su existencia, sus posibles resultados para los estudiantes que las cursan.
Gran parte de la forma en que se estructuran las titulaciones universitarias y los estudios escolares se debe a cuestiones heredadas y a un pensamiento que fue relevante en los siglos XX y XIX, y muy alejado de los últimos 20 años de evolución social, económica y tecnológica existentes.
Una oportunidad para la innovación
En la London Interdisciplinary School nos enfrentamos a este problema de falta de conexión entre los estudios y la vida de los titulados. Somos la primera universidad desde la Universidad de Warwick, hace unos 40 años, a la que se le conceden competencias propias para expedir títulos desde su creación, y nos tomamos muy en serio esta oportunidad de innovación.
Nuestro plan de estudios es tan sencillo como radical: nuestros alumnos estudian problemas del mundo real y aprenden una amplia variedad de métodos para abordarlos. Queremos que los estudiantes perciban una conexión evidente entre el trabajo que hacen en la universidad y los problemas a los que se enfrenta el mundo, y en los que nuestros alumnos participarán, de un modo u otro, cuando se gradúen.
Las actuales áreas problemáticas que investigan nuestros estudiantes (que trabajan en grupos de cuatro o cinco) son: desigualdad, sostenibilidad, tecnología y ética, y futuros urbanos. Estos temas abarcan los dos primeros años de la licenciatura.
En el último año, los estudiantes trabajan en un proyecto individual de culminación en un área problemática de su elección. Además, los estudiantes trabajan en sus propios problemas en los trimestres de verano de los años uno y dos y deben poner en práctica, en estos momentos, los métodos que han aprendido a lo largo del año.
Los proyectos individuales de los estudiantes han incluido:
- un enfoque basado en datos para reverdecer partes de Londres y el efecto que esto tiene en la calidad del aire
- el efecto en las mujeres de las políticas anticonceptivas en Nigeria
- el uso del procesamiento del lenguaje natural para analizar el estado mental de los enfermos de demencia.
En el primer año, todos los métodos son obligatorios. Además de abordar los problemas, los alumnos estudian 15 créditos ECTS (Sistema Europeo de Transferencia y Acumulación de Créditos) de métodos cuantitativos (principalmente ciencia de datos) y 15 créditos ECTS de métodos cualitativos (etnografía, diseño de encuestas, pensamiento sistémico, videografía, etc.).
En los cursos segundo y tercero, los estudiantes pueden especializarse más en métodos cuantitativos y cualitativos, pero deben elegir un cierto equilibrio entre ambos a lo largo de sus estudios. El mundo no se divide en líneas cualitativas y cuantitativas, y tampoco deberían hacerlo los estudios de nuestros estudiantes.
Dominio de los métodos
El rigor de la titulación (y es un programa intelectualmente exigente; no nos disculpamos por ello) se debe a la necesidad de que los estudiantes dominen los métodos.
No tenemos «asignaturas académicas» ya que hemos visto que éstas no son relevantes para la vida post-universitaria de la mayoría de los estudiantes, pero una buena base en una serie de métodos permite a los estudiantes leer ampliamente en distintas literaturas y evaluar así las pretensiones de conocimiento de varias disciplinas y ver hasta qué punto son relevantes para abordar los problemas que se plantean.
En la actualidad, aproximadamente un millón de estudiantes se matriculan cada año en estudios universitarios en el Reino Unido. Alrededor del 2% de ellos cambian de carrera en el primer año. No es un gran porcentaje, pero sigue representando 20.000 estudiantes.
¿Estos estudiantes cambian porque se dan cuenta de que lo que están estudiando es algo arbitrario y lo más probable es que no sea relevante para su vida de graduados? ¿Hay muchos miles más que estén satisfechos con sus programas actuales pero que, pensándolo bien, les gustaría tener la oportunidad de enfrentarse a problemas más reales y aprender métodos para resolverlos?
Es cierto que estas estadísticas se refieren al Reino Unido, y la educación es siempre contextual. Sin embargo, aparte de las tendencias globales generales de la tecnología y de las fuerzas del capitalismo tardío que empujan a todos los estudiantes hacia carreras más híbridas, interdisciplinares y basadas en la tecnología, la relevancia sigue siendo importante. Como dijo recientemente uno de nuestros estudiantes de primer año: «Disfruté mucho estudiando este módulo sobre desigualdad, ya que pude relacionarlo con mi propia vida».
Esto expresa, sin duda, un sentimiento universal entre los jóvenes que todos los que nos dedicamos a la educación deberíamos hacer todo lo posible por apoyar y alimentar. Si las antiguas asignaturas y estructuras ya no son pertinentes, tenemos que crear otras nuevas que sí lo sean.
Final de artículo
Cuando mi hija estudiaba Genética en King’s College London, recuerdo oír la estadística del departamento de Biotecnología, que un 45% de sus graduados no trabajaba en el ámbito de ciencias, sino en puestos como finanzas, consultoría o análisis de negocios. De hecho, una de mis mejores amigas en el Reino Unido estudiaba Biología y, después de unos años como consultora con Deloitte, trabaja actualmente en un puesto alto en el gobierno de Escocia.
En mi país hay ciertos puestos muy demandados que se llaman “graduate schemes”. Se trata de un programa de formación estructurado que ofrecen principalmente grandes empresas y organizaciones (bancos, empresas de seguros, los “Big 4” etc.) Tienen una duración aproximada de dos años y están destinados exclusivamente a estudiantes recién salidos de la universidad con el objetivo de formar a futuros líderes. Las empresas que gestionan estos programas saben que es importante invertir en sus empleados, por lo que ofrecen formación interna de alta calidad. La rotación entre distintos departamentos y ubicaciones es una práctica habitual, ya que permiten a los graduados desarrollarse y hacerse una idea de la especialidad profesional que prefieren.
¿Por qué hablo de estos puestos? Porque, salvo algunas empresas en sectores muy específicos, a la mayoría de los Top 100 empleados en el Reino Unido no les importa el grado del candidato. Las notas y el perfil (si han hecho prácticas, si han estudiado en el extranjero, si han participado en las asociaciones académicas de su universidad….) del estudiante son factores importantes y la selección incluye pruebas psicométricas, varias rondas de entrevistas y jornadas de evaluación. Las empresas, tipo Deloitte, Google, Amazon, Morgan Stanley, Boston Consulting Group o Barclays, suelen buscar graduados de un rango de disciplinas con lo cual es imposible decir que para “graduate schemes” que un grado tenga más salidas que otro. Y por cierto, no piden un Master.
Sin embargo, no debemos olvidar que muchos estudiantes deciden hacer un Master al acabar su grado. Lo bueno de estudiar un grado multidisciplinario, como el de la London Interdisciplinary School, o grados de artes liberales y ciencias por ejemplo, es que permiten al estudiante decidir qué área de estudios les interesan más, o incluso donde tiene más capacidades. Eso ayuda a tomar una decisión sobre el mejor Master e incluso las salidas laborales donde va a estar más a gusto.
Para concluir, os dejo con un resumen en forma de una lista de un artículo de Forbes
- Su título es un requisito previo para acceder a trabajos en un mercado laboral competitivo pero el tema es irrelevante.
- Determinados campos generan mayores ingresos, pero no es necesario que tu especialidad coincida con el sector.
- Tu experiencia, ya sea en el trabajo o fuera de él, es lo que cuenta más.
- Piensa en las habilidades interpersonales, no en los temas principales.
- Eres más eficaz cuando estás alineado con tu propósito.
- Tu red de contactos puede ser más importante que tu carrera universitaria.
Como madre, entiendo la incertidumbre de este tipo de planteamientos, pero hay demasiadas investigaciones como para ignorarlas.
Los alumnos deben estudiar una carrera que les guste, que les abra la mente a las conexiones entre disciplinas y que les ofrezca muchas oportunidades de desarrollar sus capacidades y adquirir el tipo de conocimientos que se necesitan en un mundo volátil.
¡Sé valiente!